El santuario tuvo una importante participación en los aspectos económicos, ya que poseía recursos que procedían del culto (donativos, diezmos, etc), patrimonio que se fue acumulando a través del tiempo.
Según la estructura comercial de oriente próximo, los fenicios, cuando llegaban a tierras desconocidas realizaban las transacciones en el templo. Según esta teoría, el templo era lugar de contactos, donde los sacerdotes ofrecían una serie de garantías en las operaciones de intercambio bajo la autoridad que emanaba de la presencia del dios. El santuario era el centro de todas las operaciones comerciales realizadas en sus cercanías y, por tanto, lugar de registro de las operaciones comerciales. Este fue, de hecho, el origen del alfabeto fenicio. Los sacerdotes eran los encargados de registrar las transacciones comerciales y por ello exigían una cantidad para el templo donde se realizaban. Lo que podríamos llamar tarifas, se reflejaban por escrito en unas tablillas con signos a partir de los cuales se desarrolló el sistema de escritura.
Otros habitantes habituales de este y otros templos eran las hieródulas o prostitutas sagradas. Mujeres dedicadas a satisfacer las necesidades sexuales de los visitantes, algo que no estaba mal visto, como tampoco lo era mantener relaciones más o menos estables con esclavas y esclavos. Estas mujeres ingresaban en el templo más o menos a la edad de contraer matrimonio y permanecían en él hasta su muerte.
Es muy posible, aunque no exista una confirmación por ningún tipo de testimonio, que en el templo se pudieran encontrar también los llamados barberos sagrados. Parece que los viajeros que acudían por primera vez a un templo debían realizar una ofrenda que incluyera unos cabellos. Estos hombres eran los encargados de realizar el ritual.
Pero de las habitantes que más constancia histórica se tiene es de las bailarinas, de las llamadas por los romanos "Puellae gaditanae" . Estrabón habla de ellas por primera vez al describir como un marino griego llamado Euxodos, embarcó desde Cádiz hacia otras partes del Atlántico a muchachas de Gades, como parte del contingente, que eran famosas ya por su reputación de cantantes, bailarinas e instrumentistas.
La denominación por la que se conocen es la que dieron los escritores romanos, aunque su origen, es muy anterior y evidentemente desconocemos como se las denominaría en lengua púnica. Existe una vinculación más que probable en origen, a los ritos de Astarté del Mar y al concepto de prostitución sagrada como dejan entrever al hablar de ellas y de sus bailes lascivos diversos autores. Marcial (VI.71) describe a una de ellas en los siguientes términos:
"Experta en adoptar posturas lascivas al son de las castañuelas béticas y en danzar según los ritmos de Gades, capaz de devolver el vigor a los miembros del viejo Pelias, y de abrasar al marido de Hécuba junto a la mismísima pira funeraria de Héctor. Teletusa consume y tortura a su antiguo dueño. La vendió como sirvienta y ahora la ha comprado para concubina. "
Por último, toda vez que los marinos acudían al templo a su llegada a esas tierras para hacer sus ofrendas al dios, se supone que era también lugar donde se “archivaban” datos náuticos, indicando accidentes geográficos y descripción de la costa de las diversas rutas marinas. Servía igualmente de albergue de mercaderes, refugio de viajeros y daba asilo a los náufragos.
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